Hay que saber perder.
Saber perder.
La pena, la ira, la rabia, la resignación, el dolor, se unen y se convierten en parte de uno mismo, una máscara que impide ver el color del mundo. Perder es convivir con fantasmas. Un halo de tristeza ensucia lo bello. Las lágrimas difuminan la alegría y los recuerdos se agolpan inevitablemente entorno a nuestros ojos como una espesa bruma que puede hacer que uno se pierda fácilmente.
Y quiero perderme sólo una vez más, o quizás para siempre.
Tantas veces y aún no sé perderme. No sé perderte.
martes, 22 de julio de 2008
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